Me imagino que todos tenemos momentos o situaciones que son inevitables, que tenemos que afrontar, y que por lo tanto esperamos con un poco de nerviosismo y temor. Así me sentia por ejemplo antes de cumplir con mi servicio militar o cuando llegó el momento de hacer mi examen de grado de maestría.
Ese tipo de situaciones se han presentado de manera continua en mi vida. Hace un par de semanas de volvió a suceder con la mentada cena de doctorado. No recuerdo si ya lo había comentado en este blog, pero en el departamento al que pertenezco en mi actual Universidad (el IMFUFA), el asunto de la interacción social es muy importante. El argumento es que una buena interacción social tiene efectos positivos en la interacción académica. Así, celebramos juntos la cena de navidad, la fiesta anual de la Universidad, los viernes de chelas, el seminario IMFUFA en Suecia, etc. Entre esos eventos sociales se encuentra la famosa cena de doctorado.
La idea de la cena es simple: aproximadamente cada dos meses uno de los estudiantes de doctorado del IMFUFA organiza una cena en su casa para los demás estudiantes de doctorado del departamento. El anfitrión es el encargado de proveer la comida y los invitados deben traer consigo el alcohol y demás sustancias necesarias para que la cena sea divertida. El 27 de febrero del 2009 yo estuve a cargo de la más reciente cena de doctorado del IMFUFA.
La cena fue un evento que me produjo mucho stress. No es lo mismo ser invitado que ser anfitrión. Tenía que preparar muchas cosas: ¿qué cocinar? ¿dónde dejar por una noche a mi hija Mariana? ¿dónde conseguir las mesas, sillas, platos, vasos y demás instrumentos necesarios? ¡Ufff!… era más fácil volver a presentar el servicio militar. El stress aumentó cuando confirmaron su asistencia a mi cena un total de 10 estudiantes; 12 personas incluyendo a mi esposa Idania y a mí mismo.
Las cosas se fueron acomodando poco a poco antes de la cena: después de una amarga discusión, nuestra hija Mariana se quedó en casa de nuestros amigos Cristian y Christina con su hija Ingrid. La discusión fue amarga porque en el último momento Mariana no se quería ir a la casa de Ingrid. Finalmente la convencimos-obligamos a ir. Conseguí los utensilios faltantes con mi vecino brasileño Mao y con mi excompañero de cuarto Per. Yo comencé a cocinar desde un día antes e Idania me ayudó a preparar guacamole y frijoles. Sin embargo restaba que aparecieran más dificultades…
El mero día de la cena yo estaba cocinando muy estresado, aquí tengo un video de evidencia:
Cuando la gente comenzó a llegar a nuestro apartamento, hubo una serie de accidentes gastronómicos. Primero, a las papas horneadas rellenas de anchoa les cayó jugo de las piernas de borrego debido a que las coloqué en una posición incorrecta dentro del horno (debajo de las piernas); después, Idania me ayudó a tirar al suelo un gran plato de ensalada que ya había preparado y que al que sólo restaba agregarle las semillas. Ella tuvo que ir al super a comprar más espinacas y rucola para rehacerla. El último y más grande accidente fue que justo antes de comenzar a servir la cena descubrí que la pierna horneada no estaba bien cocida. Soy un cocinero en proceso de formación que en ese momento descubrió —un momento bastante inoportuno por cierto— que los tiempos de cocción varían dependiendo de la cantidad de comida que metas al horno. No es lo mismo hornear una pierna que tres. Debí haber prestado más atención a mis lecciones de física.
Después del accidente con la pierna de borrego estaba a punto de reventar del stress y gritar “kræf æde mig!” (esa frase la aprendí hoy en mi clase de danés). Afortunadamente Idania estaba ahí y tuvo la excelente idea de entretener las tripas de los comensales con totopos y guacamole mientras yo trataba de arreglar lo de la pierna…
Como pude salí del paso y serví la cena. Todos comenzaron a comer pero yo nunca pude volver a relajarme en toda la noche. Ulf estuvo a cargo de la tradicional crítica sobre la cena, en la cual elogió las papas rellenas de anchoa pero especialmente el pay de queso que preparé. La pierna de borrego semi-cruda no fue mencionada en la reseña.
Después de la cena continuamos bebiendo, pero insisto, ya nunca regresé a mi elemento en toda la noche. Al siguiente día nuestra hija cayó enferma y después yo —hasta el día de hoy no me recupero. Luego me rechazaron un artículo de investigación que había sometido a revisión a una revista mexicana hace aproximadamente dos años…en fin…una tras otra. Fue entonces que pensé que debía escribir un poco sobre esto para ver si me quitaba de encima este sabor de boca y la aparente racha de mala suerte que traigo encima.
Debo admitir que el organizar la cena fue una gran lección en varios sentidos. Además, ahora estoy en una zona de confort en cuanto a la cena de doctorado se refiere: si todo sale bien, de ahora en adelante sólo seré un invitado.
Mario