
Este 2023 cumplo 20 años publicando escritos académicos, prácticamente todos ellos en el área de la educación matemática. Mi primer escrito es un documento de cinco páginas escrito en coautoría con algunos de mis otrora compañeros de la maestría en matemática educativa del CINVESTAV, y publicado en 2003 en el volumen 16 del Acta Latinoamericana de Matemática Educativa (ver Mejía Maldonado et al., 2003 y la imagen de inicio de esta entrada del blog).
Desde entonces y hasta ahora me ha costado trabajo escribir. Me parece retador hacerlo. Pero al mismo tiempo me parece divertido y satisfactorio. Le encuentro un encanto al reto cognitivo y laboriosidad que implica poner tus ideas por escrito, pero también encuentro fascinante las posibilidades y oportunidades que ofrecen el escribir y el publicar.
Pienso que tus publicaciones son un reflejo de etapas y momentos de tu vida personal y académica. Por ejemplo, cuando veo mi propia lista de publicaciones puedo notar momentos académicos obvios, como mi graduación de maestría o doctorado, o el inicio de mi «independencia» como escritor —es decir, la publicación de mis primeros escritos de autoría única. No obstante, también puedo notar momentos más sutiles como rupturas y establecimiento de relaciones académicas, o incluso situaciones personales que me mantuvieron alejado de la escritura académica.
He tenido la oportunidad de experimentar procesos editoriales de otra época. Por ejemplo, enviar una propuesta de artículo a una revista extranjera y recibir sus evaluaciones, ¡todo esto por correo postal! Esta experiencia de dos décadas publicando me ha permitido presenciar cambios y evoluciones a lo largo del tiempo. Dos tendencias llaman mi atención:
La primera tendencia que llama mi atención es el incremento en la presión por publicar, la cual recae en alumnos y profesores de todo el mundo. Cuando comencé a publicar hace 20 años esa presión no era tan notoria, y en algunos rincones académicos ni siquiera existía: por ejemplo, los alumnos de posgrado de educación matemática en México podían graduarse sin publicar; o se podía hacer una carrera de investigador en esta área publicando poco, en tu idioma materno, y en foros locales o regionales. Un poco antes de iniciar mis estudios de doctorado noté que la situación iba cambiando en mi propia institución de adscripción. Cuando ingresé a mis estudios de doctorado comencé a sentir personalmente esa presión por publicar: aunque institucionalmente no me exigieron publicar para graduarme, sentía la presión social tácita de mis compañeros y profesores que escribían y publicaban a la menor provocación en foros prestigiosos, y a veces muy prestigiosos. Después de graduarme del doctorado esa presión no disminuyó, sino todo lo contrario. Especialmente porque el desarrollo de mi carrera, de mi salario, y por lo tanto del bienestar de mi familia, dependía mucho de cuánto y dónde publicaba. Encuentro interesante y triste el hecho de que el incremento y evolución de esta presión por publicar haya dado lugar a toda una industria editorial depredadora, a prácticas y comportamientos no deseables entre académicos, entre otras consecuencias negativas. Además, pienso que esta presión no va a desaparecer sino aumentar en los años venideros. Parece ser que cada vez importa menos qué escribes, y lo realmente importante es dónde lo publicas.
La segunda tendencia que llama mi atención es cómo las tecnologías han modificado la escritura, evaluación, edición y administración de publicaciones académicas. Por ejemplo, recuerdo que cuando hice mi doctorado los DOI (digital object identifier) eran algo tan nuevo que tuve que explicar en mi tesis qué eran, y que el recién publicado manual APA 6 recomendaba su uso —razón por la cual yo los incorporaba en mi tesis. Este identificador alfanumérico cambió la manera en que registramos nuestras obras y rastreamos su impacto en citas. En el caso del trabajo de administración y edición de artículos, herramientas como OJS, Editorial Manager o ConfTool cambiaron profundamente la manera en que los editores de revistas y organizadores de congresos administran las contribuciones que reciben. Estas herramientas contribuyeron a organizar, simplificar, y profesionalizar el trabajo administrativo y de edición. Actualmente estoy impactado con las potencialidades que la inteligencia artificial (IA) ofrece a los escritores y editores de artículos científicos. La IA llegó para cambiar la manera en que escribimos, evaluamos, y editamos manuscritos —y probablemente a equilibrar un poco la balanza en el mundo de la publicación en inglés, particularmente para aquellos que no tenemos ese idioma como lengua materna. Estoy feliz y expectante de tener la oportunidad de vivir esta fase de la evolución tecnológica que identifico como una segunda tendencia en los últimos veinte años.
Espero con entusiasmo los próximos años de mi labor como publicador de artículos científicos. Aunque estimo que seguirá siendo cognitivamente demandante elaborarlos, me emociona pensar en todas esas ideas —propias y extrañas— con las que aún no he tropezado y que todavía no habitan mi mente, pero que seguramente germinarán en nuevos escritos. También me emociona pensar en todas esas personas con las que colaboraré, y cuyos nombres estarán asociados al mío por medio de alguna coautoría.
Mario Sánchez Aguilar
15 de mayo de 2023, Ciudad de México
Referencia