Carmen Sánchez

abuelo

Este es un episodio especial, porque habla de una persona especial: el papá de mi papá.

Mi abuelo se llama José Carmen Sánchez Contreras. Él es de Guanajuato. Tiene alrededor de 85 años. Es agricultor, pero sabe de animales; la ultima vez que fui a su casa había borregos, cerdos, gallinas, guajolotes además de los domésticos como perros y gatos.

Su casa es grande; enorme si la comparo con el tamaño de una casa común de ciudad. No toda está construida, es decir, hay espacios abiertos donde se estacionan los autos, donde están los corrales, donde se almacena pastura, donde hay jardín y árboles, donde se lava la ropa…

Sobre la parte que está construida, mi abuelo alguna vez me contó que no siempre fue como yo la conozco. Hubo una construcción original que él terminó, pero una vez que se concluyó no le gustó el resultado final, así que la tiró y la volvió a construir. Pasados los años volvió a hacer lo mismo. Parece que eran tiempos de abundancia.

De relatos como el anterior está lleno y rodeado mi abuelo. Y por más que me esforzara, no podría contarlos como él lo hace. Imposible imitar su ritmo y su simpatía. Además, a diferencia de como sucede con otras personas de experiencia como él, es difícil que te repita uno de sus relatos. Este es uno de los motivos por los que realmente disfruto platicar con él.

Dije que mi abuelo está rodeado de relatos porque además de los que él personalmente cuenta, hay otros que narran las personas cercanas a él, como sus hijos e hijas, sus nietos y nietas, la gente de su pueblo y de otras comunidades. Sobre él he escuchado que la gente platica ocurrencias, logros, hazañas, problemas que experimentó, etc. Algunas de estas historias son tan fantásticas que rayan en la categoría de leyenda; otras revelan una parte de mi abuelo que no he conocido y que nunca he tenido el valor de preguntarle sin son ciertas…En fin, el punto es que si una persona ha generado esta huella en la memoria colectiva de una región del país, es porque él es realmente alguien especial.

Desde que me acuerdo, mi abuelo ha sido un hombre con un estatus social alto. Un hombre respetado. Por ejemplo, recuerdo que cuando éramos niños, yo y mi querida hermana Alejandra estudiábamos la primaria en el Colegio Guadalupe Victoria de Salvatierra, Guanajuato. Todos los días, para ir y regresar del colegio, teníamos que tomar el camión llamado “urbano” que de urbano no tenía nada porque iba de pueblo en pueblo.

Supongo que por ser el hermano mayor mi mamá me daba el dinero de ambos para los camiones y para gastar a la hora del recreo. Lo que nos daba nuestra querida madre se consumía principalmente en dulces y sólo reservaba el dinero para el pasaje de regreso.

No recuerdo los detalles (a lo mejor lo quiero borrar de mi memoria), pero un día de esos vi cómo la moneda para nuestro pasaje rodaba angustiosamente por en medio del patio escolar hasta depositarse en el fondo de una alcantarilla de donde nunca regresó.

A estas alturas de mi vida ya había aprendido lo desagradable que era pedir dinero; además, mis compañeros de aula eran unos ricos de pueblo ojetes de los que no se podía esperar mucha camaradería o solidaridad. Esta situación me hizo tomar una decisión y comunicársela a mi hermana: Alex, hoy nos vamos a ir caminando a la casa.

No recuerdo si Alejandra me cuestionó u objetó, solo tengo la imagen de dos niños con sus uniformes y útiles escolares, recorriendo bajo el sol esos kilómetros de carretera.

Pasamos junto a una parcela donde trabajaban algunos campesinos. El patrón de éstos nos detuvo para conocer el motivo de nuestra marcha. Le expliqué brevemente lo sucedido y al terminar me preguntó quién era mi papá. Yo no le dije quién era mi papá, directamente le comuniqué quién era mi abuelo. En ese momento el señor me pidió que detuviéramos nuestro andar, y cuando pasó el siguiente urbano lo detuvo, y le dijo al chofer: “Lleva a estos niños a San Pedro, son nietos de Don Carmelo Sánchez”. Acto seguido pagó nuestros pasajes y nos despidió.

La influencia de mi abuelo no sólo fue capaz de costear ese pasaje en el urbano. Mi abuelo abrió muchas puertas y oportunidades para sus hijos e hijas. Siempre supo relacionarse y ganarse el respeto de políticos y otras personas influyentes y poderosas. Probablemente le ayudó el hecho de que es inteligente, carismático y trabajador.

Yo no necesito seguir las recomendaciones del “Arte de la Guerra” de Sun Tzu si tengo los consejos y experiencias de mi abuelo. Mi abuelo ha vivido muchas situaciones a lo largo de su vida y las comparte. Ha vivido en tiempos donde las cosas no se dialogaban, se arreglaban a base de balazos o machete; ha vivido en la abundancia, ha caído y se ha vuelto a levantar (de hecho dice que es más fácil la segunda vez porque ya conoces el camino…); ha experimentado de cerca la vida y la muerte, ha sido trabajador y patrón; sabe incluso lo que es ser bisabuelo, y ha viajado fuera de su país.

Sobre su experiencia en el extranjero, en Dinamarca recuerdo frecuentemente una historia que escuché de mi tía María de los Ángeles. A su regreso de Estados Unidos le preguntaron a mi abuelo si había traído dinero. Él dijo que no, y agregó: “Pero traje ideas. Vi cómo vive la gente, cómo se viste, cómo come. Eso es más valioso”. Yo también voy a llevar ideas de Dinamarca a México.

Las enseñanzas de mi abuelo no sólo se transmiten de forma oral. Él es un hombre que predica con el ejemplo. Mediante su activismo yo he aprendido el aprecio al trabajo, el valor de la educación y el amor a la libertad.

Ya lo dije pero lo repito: mi abuelo es un hombre trabajador. Siempre está activo trabajando sus tierras, atendiendo sus plantas y animales. Creando proyectos y desarrollándolos. La última vez que lo miré fuimos a ver uno de sus proyectos más simbólicos: sus plantíos de agave azul. Para mi representan innovación, trabajo, paciencia y perseverancia.

Yo creo que una de las cosas más apreciadas por mi abuelo es la educación. A pesar de su origen campesino mi abuelo brindó educación universitaria a todos sus hijos e hijas (yo he conocido a 10). La gran mayoría de ellos tomó la oportunidad. Un recuerdo grabado en mi memoria y que me inspira es su certificado de primaria colgado en la pared de la estancia de su casa. No conozco el dato exacto pero probablemente la estudió cuando su edad rondaba los 70 años. Con un ejemplo como ese ¿qué pretexto puedo poner para no acabar mi Doctorado? Alguna vez me explicó por qué era más importante heredarle a tus hijos una educación que dinero. Son palabras que nunca olvidaré.

Mi abuelo ama ser libre. Nomás te descuidas y ya no lo vez en su casa. Va de un lugar a otro. Es tan inspirador verlo manejando su camioneta del año. Ojalá pueda hacer lo mismo a su edad.

Otra de las cosas que admiro de mi abuelo e intento aprender es el ser un caballero. Esa es la imagen que con sus actos, con su manera de tratar a las personas, con su manera de conducirse, ha construido en mí.

Mi abuelo es una parte muy importante de mi identidad ideológica.

No pude despedirme de mi abuelo antes de venirme a Dinamarca. Para mi sorpresa se había ido a un retiro espiritual. Una faceta de su personalidad desconocida para mí. Sin embargo me grabó un mensaje en video que vi en el camino a Londres. Siguiendo las recomendaciones del video le escribí una carta que no sé si recibió. Después me enteré de que leía mi blog y fue que decidí dedicarle este capítulo.

Abuelo, quiero que sepas que estoy bien. Ahora tengo un lugar para vivir y ofrecerle a mi familia que se reunirá conmigo muy pronto. Estoy aprendiendo muchas cosas no sólo en la Universidad sino también afuera de ella. Poco a poco me he ido ganando el respeto y la amistad de las personas que me rodean. Espero el momento de reunirnos para platicar nuevamente y mostrarte mi grado de Doctor. Gracias por todo. Te quiero.

Mario Sánchez Aguilar
Copenhague, Dinamarca
Octubre de 2007

 

Meklenborggade 3

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Nicoletta Gnan ya me dice “Lucky Mario” y yo les respondo a mis colegas europeos que yo creo que me voy a morir pronto porque antes y después de la solución de mi situación administrativa en RUC he tenido una racha de buena suerte que se ha visto reflejada en varios eventos. Desde cosas pequeñas como estar exento del pago de 70 euros para nuestro próximo examen de danés, sólo por no ser ciudadano de la Unión Europea; o hasta situaciones más significativas como el suceso del que quiero platicar hoy.

Para este mes, ya teníamos planeado mudarnos Per y yo a su anterior departamento cuando se lo entregaran después de un proceso de remodelación que duró más de tres años. Esta es una práctica común en Dinamarca: para propiciar que la ciudad se mantenga bonita, los edificios de oficinas y departamentos deben ser remodelados cada cierto tiempo. Son remodeladas a fondo (cambio de piso, de muebles de baño, de instalaciones, etc.) que se financian con dinero del gobierno y de asociaciones privadas. El gobierno también te consigue un nuevo lugar para vivir durante el periodo de remodelación y se encarga de tu mudanza de ida y de regreso a tu departamento de origen.

Como las remodelaciones duran tanto, hay gente que ya no regresa por diferentes motivos (algunos encuentran otro lugar, otros se mueren, etc.). Entonces algunas veces hay espacios disponibles. Mi querido amigo Per habló con la administración del edificio remodelado y les contó de mí, diciendo que para ayudarme en el proceso de integración a la sociedad danesa sería una buena idea darme un lugar en el edificio de departamentos donde está el suyo, y de esa manera me independizo pero cuento con su ayuda de vecino por si alguna cosa se me atora. El punto es que le hicieron caso lo cual es increíble…¿Por qué? Porque la asignación de departamentos en Copenhague se hace mediante listas de espera, en las que te anotas y esperas tu turno hasta que uno de esos bonitos departamentos daneses se desocupa para que puedas entrar tú. ¡La espera puede durar desde meses hasta lustros!

Cuando me llegó la oferta por email no lo podía creer, y cuando lo vi personalmente menos lo creía. Es un hermoso departamento completamente renovado, en el tercer piso, con piso de madera, calefacción, muy iluminado y muy céntrico. Está en el bonito barrio de Amager a 5 cuadras del metro Amagerbro (que en 10 minutos me lleva al centro), y a unas 5 cuadras de la playa Amager Strand desde donde puedo ver el puente Øresundsbroen y si está despejado hasta se alcanza a ver la orilla de Suecia.

A pesar de que mis amigos me dicen que el departamento está barato, para mi fue una mentada de madre pagar medio año por adelantado, más lo que queda de octubre. Un dineral. Afortunadamente todavía tenía dinero de la beca Alban y hubo un compa mexicano que me prestó la mitad de ese dinero. Como dice el corrido “…no puedo decir su nombre” pero más que nada porque otros se van a lanzar a pedirle también. Solamente quiero decirle a nombre mío y de mi familia: ¡muchísimas gracias!

Ya que ando en el tema de las ayudadas, debo decir que me he sorprendido agradablemente de la reacción de mis compas europeos. Ni mi familia son, ni mis paisanos, ni nada, y sin un centavo de por medio han surgido voces como: “Yo te regalo unos platos”, “yo te presto una cama”, “yo te ayudo a cargar”, “yo te acompaño a comprar tu refri”, “yo te ayudo a contratar los servicios”… Tak for det!

Ayer me dieron las llaves del departamento, y ayer mismo les di la sorpresa a Mariana e Idania. Nunca voy a olvidar la reacción de cada una de ellas. Las amo. Ya hasta mandé grabar nuestros nombres: a falta de penca de maguey, aunque sea en el buzón para las cartas. Y hablando de cartas, esta será mi nueva dirección particular:

Meklenborggade 3, 3.th.
2300, København S
Danmark

Tenía razón Avenilde cuando desde París me dijo: “Cuando te acuerdas ya tienes tu visa y un departamento para vivir…”

Ando medio atareado haciendo preparativos porque el viernes nos vamos de este departamento. Sé que Idania anda igual haciendo lo correspondiente en México. Ya merito…

Mario

Ya no necesitaba azúcar

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El miércoles 3 de octubre mi asesor Morten Blomhøj me invitó a formar parte de la tripulación que zarparía el viernes 5 de octubre en una embarcación del museo de las naves vikingas de Roskilde. El motivo del viaje era agasajar a la Dr. Gloria Stillman que se encuentra de visita en nuestro departamento el IMFUFA, y que en la segunda mitad de octubre regresará a Australia. Según Morten no se puede ir sin vivir la experiencia vikinga.

Llegó el viernes y era ideal para esa actividad marítima, había un cielo despejado y sol. Sin embargo cuando me encontré a Morten en el pasillo venía con cara de preocupado-agüitado. Su esposa le acababa de llamar para pedirle ayuda porque se había inundado el sótano de su casa. Sin nuestro capitán (y además el que iba a pagar) el viaje se canceló. Ya no me quedó más que pedirle los documentos firmados que tengo que enviar al IPN para mi primer reporte semestral de actividades. Me entregó los que había firmado él y me dijo que Mogens Niss tenía algunos comentarios sobre el documento que debía firmar. Inmediatamente fui con Mogens y me pidió que lo habláramos después del lunch, que eran sólo unos pequeños detalles.

En el lunch Mogens Niss sugirió que como se había cancelado nuestra excursión, a lo mejor podíamos ir a navegar al sótano de Morten.

El documento que tiene que firmar Mogens Niss es una constancia de que estoy oficialmente inscrito en la Universidad de Roskilde (RUC) como estudiante de Doctorado; cosa que aunque parezca increíble no había sucedido después de 5 meses desde mi llegada a RUC. Pura ineptitud burocrática.

Mogens fue al grano y me dijo que no podía firmar la constancia porque lo que ahí se decía (que estaba oficialmente inscrito) no era verdad y que él se podría meter en problemas; pero también me dijo que mi situación no podía seguir así y que por lo tanto había hablado con el Vicerrector de RUC, que es su amigo, para pedirle una solución inmediata. Mogens estaba muy confiado en que después de esa acción todo se arreglaría muy pronto. Me pidió que esperara para enviar los documentos al IPN. Terminé nuestra charla invitándolo a participar en nuestro podcast de matemática educativa (a lo cual aceptó); y él cerró preguntándome si conocía a Ruth Rodríguez, una colega mexicana que va a defender su tesis de Doctorado en Grenoble, Francia y donde Mogens participará como oponente. Buena onda Don Mogens Niss.

Así, regresé pateando un bote a mi cubículo sin paseo vikingo ni documentos para el Poli. Entonces decidí animarme con un poco de sol y azúcar, y fui a comprarme un pan danés a la cafetería de RUC pero al llegar al lugar vino otra desilusión: no me acordaba que los viernes cierran temprano. Regresé y tomé rumbo hacia una pequeña tienda que hay por la estación de tren Trekroner para conseguir mi dosis de azúcar.

De regreso y antes de entrar al IMFUFA, Elin Emborg, la secretaria de Mogens Niss, abrió la ventana de su oficina para darme una noticia fabulosa. Le habían llamado de la administración central de RUC disculpándose por el retardo en el proceso (Elin estuvo intentando estos 5 meses arreglar mi situación), y diciéndole que todo había sido un error. Al parecer el vicerrector los llamó directamente y les jaló el mecate. Le dije a Elin que parecia una solución muy al estilo mexicano: había que hablar con “el de arriba” para echar andar la maquinaria.

Pero esta no era la mejor parte de la noticia. Al preguntarle a Elin cómo había quedado mi situación económica con RUC (porque hace tiempo ella me había dicho que Mogens estaba tratando de conseguirme un descuento con la “colegiatura” que tengo que pagar a RUC), ¡me dijo que no tendría que pagar nada de mi bolsa! ¡RUC se había conformado con el pago parcial que les hace la Unión Europea! Eso significa que puedo usar el dinero que recibo de mi beca para lo que originalmente estaba planeado: para mis gastos de vida en Dinamarca.

Ya no necesitaba azúcar. Los billetes suben más el ánimo que la glucosa. De repente se esfumaron preocupaciones y aparecieron nuevas esperanzas y proyectos. Luego, luego le platiqué a Javier Lezama quien ha seguido y apoyado incondicionalmente mi proyecto. Ahora quiero escuchar la reacción de Idania, esa reacción que tiene cuando escucha cosas que la emocionan.

Mario Sánchez Aguilar

Dos de octubre

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“Un niño de cinco o seis años que corría llorando, rodó por el suelo. Otros niños que corrían junto a él huyeron despavoridos pero un chiquito como de seis años se regresó a sacudirlo: «Juanito, Juanito, levántate.» Lo empezó a jalonear como si con eso fuera a reanimarlo: «Juanito ¿qué te pasó?» Seguramente no sabía lo que es la muerte, y no lo iba a saber nunca, porque sus preguntas ya no se oyeron, sólo un quejido, y los dos pequeños cuerpos quedaron tirados sobre el asfalto, el uno encima del otro. Yo lo vi todo. Quería arrastrar al pequeño hasta la zanja donde me encontraba. Le grité varías veces pero como las balas silbaban por todas partes no me atreví a ir por él. Me limité a gritarle: «¡Niño, niño, ven acá, niño!», pero estaba demasiado ocupado en revivir a su amigo. ¡Hasta que le dio la bala! Sé que soy un cobarde, pero sé también que el instinto de conservación es terriblemente egoísta.”

  • Jesús Tovar García, estudiante de Ciencias Políticas de la UNAM

“En el departamento donde estábamos escondidos había chavos comiéndose sus credenciales.”

  • Genaro Martínez, estudiante de la Escuela de Economía de la UNAM

“Recorrimos un piso tras otro y en la sección central del Chihuahua, no recuerdo en qué piso, sentí algo chicloso bajo mis pies. Volteo y veo sangre, mucha sangre y le digo a mi marido: «¡Mira Carlos, cuánta sangre, aquí hubo una matanza!» Entonces uno de los cabos me dice: «¡Ay, señora, se nota que usted no conoce la sangre, porque por una poquita que ve, hace usted tanto escándalo!» Pero había mucha, mucha sangre, a tal grado que yo sentía en las manos lo viscoso de la sangre. También había sangre en las paredes; creo que los muros de Tlatelolco tienen los poros llenos de sangre. Tlatelolco entero respira sangre. Más de uno se desangró allí porque era mucha sangre para una sola persona.”

  • Margarita Nolasco, antropóloga

*Testimonios extraídos del libro “La Noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowska*