Los Sánchez López en CPH

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Este capítulo lo escribo varios días después de la llegada de Idania y Mariana a Dinamarca.

Su llegada estaba programada para el 1ro. de noviembre de 2007 a las 17:00 horas tiempo de Dinamarca. Tres o cuatro días antes anduve bien atareado finalizando pendientes de mi trabajo en el Doctorado. Llegaba a RUC a las 8:00 horas y me iba a las 19:00. Ya había avisado a mi asesor y a mis amig@s en la Universidad que estaría ausente algunos días porque además de recibir y atender a mi familia, pasaría 4 días en un curso de Doctorado en la ciudad de Sæby, en el norte de Dinamarca.

El mero día del arribo estuve limpiando la casa, y alternando esta actividad con visitas a la biblioteca para conectarme a internet (por el momento no tengo internet en casa) para checar en la página web del aeropuerto de Copenhague si el vuelo en el que venían estaba a tiempo. En una de esas conectadas a internet recibí un mensaje de una persona que construyó un espacio en internet para contactar a los mexicanos que viven en Dinamarca. Yo me inscribí en el sitio sin saber que días después, por medio de esta herramienta, conocería a una mexicana-danesa que le conseguiría trabajo a Idania en Dinamarca. La suerte está de nuestro lado.

Llegó la hora de irme al aeropuerto. Tomé el metro que está como a 5 cuadras de la casa y en el que unos quince días antes se había inaugurado una extensión de la línea que llegaba hasta al aeropuerto ¿A poco no parece que Copenhague nos estaba esperando?

Llegué como una hora antes. Yo estaba muy tranquilo viendo a la gente que esperaba a sus seres queridos. Las caras y las expresiones de la gente echaban a volar mi imaginación. Me imaginaba la vida de la gente que esperaba y de aquell@s que arribaban: un empresario en una visita rápida de negocios, una novia enamorada esperando al soldado danés que llega de Irak, un extranjero confundido buscando la salida del aeropuerto, un marido al que no le da mucho gusto volver a ver a su esposa y regresar a su rutina, etc.

El monitor del aeropuerto anunciaba que el vuelo que yo esperaba había aterrizado. Yo seguía tranquilo viendo a la gente llegar, pero cuando después de unos minutos el monitor anunció que ya se estaban entregando las maletas en la banda giratoria me puse extremadamente emocionado. Me coloqué justo afuera de la puerta por donde llegaba la gente y mis ojos y cerebro escaneaban todos los rostros que salían por esa puerta buscando que alguno coincidiera con mis recuerdos de Idania y Mariana. Sentía que ellas se tardaban. Estaba nervioso. Veía llorar y reír a las personas que recibían a los soldados expatriados y sentía unas ganas muy fuertes de chillar. Con muchos sentimientos y sensaciones mezcladas seguía revisando los rostros de las personas que llegaban. Sentía que se tardaban y me ponía más y más nervioso. Muy nervioso. Todo se disipó cuando reconocí la sonrisa de Idania que me señalaba con el dedo para indicarle a Mariana dónde estaba yo. La reacción de Mariana está grabada en mi memoria: sin dudarlo abrió sus pequeños brazos y me abrazó sin decir ninguna palabra. No eran necesarias. Después de abrazar a mi hija abracé a mi querida esposa y le dije al oído tres palabras.

Después de recuperarnos del encuentro inicial, comenzamos una plática desorganizada (sólo Idania y yo, porque Mariana estaba muy chiveada conmigo y no hablaba) en la que mezclábamos el relato del viaje de ellas con mis explicaciones turísticas sobre Dinamarca. Así abordamos el metro que nos llevaría del aeropuerto al barrio de Amager donde se encuentra nuestro nuevo departamento. Al bajar del metro retomé mis explicaciones turísticas porque para ser sincero, me siento muy orgulloso del lugar a donde he traído a Idania y Mariana. Les explicaba sobre el metro, sobre los edificios, sobre las bicicletas, sobre los negocios, sobre la vida en Dinamarca.

Batallamos un poco cargando con las maletas (para no perder la costumbre una se averió), pero finalmente llegamos al departamento (del cual también me siento muy orgulloso). Lo primero que les mostré al entrar al edificio fue nuestro buzón con los nombres de los integrantes de la familia Sánchez López grabados en él. Subimos al tercer piso y entramos al departamento.

Con excepción de la del baño, yo dejé todas las puertas cerradas y le pedí a Mariana, quién estaba ansiosa por ver su cuarto, que seleccionara la puerta que deseaba abrir para ver qué había adentro. Abrió la primera y era la cocina; la segunda era su cuarto y la tercera el cuarto de sus padres. Esa noche comenzamos a desempacar, platicamos, y celebramos con luz de velas y vino (jugo para Mariana).

Los siguientes tres días anduvimos turisteando por la ciudad, ya que para el cuarto día tendría que irme a Sæby y las dejaría solas por 4 días. En mi opinión una de las cosas más impactantes para Idania fue la visita a la playa Amager Strand. Caminamos desde nuestro departamento para visitar la playa en la noche. Le dije a Idania: “¿Ves aquellas torres iluminadas? es el puente que vimos en el Discovery Channel…¿Y ves esas luces de allá? Es Suecia” Idania estaba impactada. Mariana y yo la dejamos sola un momento en la orilla de la playa. Fue un momento de reflexión para ella. Cuando se reunió con nosotros me dijo: “Si fuera necesario no me iría de aquí”. Su frase me dejó pensativo.

El domingo 4 de noviembre cerca de la media noche salí de la casa para tomar el tren a Sæby. A Idania le dejé un pase para que viajaran en el transporte público y Mariana me pidió que le trajera unos bombones. Así comencé a caminar en la fría noche pensando en mi carrera académica y en mi adorada familia.

Mario Sánchez Aguilar

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