Ni cuando andaba correteando gallinas para comer en San Pedro de los Naranjos (¿te acuerdas ma?), ni cuando me paseaba por los barrios lacras de Zapopan me imaginé que algún día iba a llegar a Europa. Así es la vida de impredecible.
Estas líneas las escribo desde el aeropuerto de Heathrow en Londres. En México son las 11:10, pero acá son las 17:10. Mi conexión a Copenhagen sale a las 19:00.
Traía cansancio acumulado. Me aventé dormido casi todas las 10 horas de vuelo. Sólo despertaba cuando escuchaba que estaban sirviendo la comida. Hay que aprovechar.
Hubo algunos mexicanos en el viaje, pero la mayoría europeos. De compañera de viaje me tocó una señora de Oaxaca con un inglés medio limitado (más que el mío). Noté que sólo podía pedir “orange” cuando le preguntaban qué deseaba beber. Me acordé de mi compadre.
Le ayudé un poco con su forma migratoria para ingresar a UK.
Durante el viaje miré un mensaje en video que me envió desde Guanajuato mi abuelo Carmen Sánchez. Pura inspiración.
Después de caminar un poco por el aeropuerto (Idania, te hubiera encantado ver las tiendas que hay!), me senté a escribir frente a una gran ventana que permite ver los aviones. Es entonces que me cayó el veinte de lo lejos que estoy…
Mario
Claro que me acuerdo de la corretiza de gallina. Cuando lo he llegado a comentar creen que estoy bromeando. Lo que es no conocer el hambre.
Ahora si se aplico lo de lo bueno y lo malo. Lo bueno es que comiste en el avión, por aquello de que no has comido en Dinamarca. Lo malo es que no se si encuentres gallinas danesas.
Animo mijo, todo estará mejor.
Hola Madre,
En efecto no hay gallinas, pero hay patos y algunos cisnes que están más grandes. Lo malo que hay que meterse al agua y está bien helada. Mejor lo dejo así.
No te preocupes, sí he comido, nomás que me hago un poco el mártir pa’ que me chiqueen.
Te mando un beso,
Mario